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COMO DIBUJAR RETRATOS

Capitulo 3

 

 

Las partes del rostro

Para dominar el dibujo de la cabeza humana no sólo es necesario conocer su forma externa y el canon de proporciones, sino que el artista debe representar con soltura, fidelidad y fuerza expresiva las partes del rostro, pues en ellas se reflejan los sentimientos más íntimos del ser humano, al tiempo que son rasgos identificadores únicos e irrepetibles.

El mejor camino para dibujar con perfección tales elementos es practicar estudios a partir de modelos diferentes y en distintas posiciones. En nuestro caso llevamos a cabo un amplio muestrario de pequeños dibujos con diferente nivel de acabado, pero definitorios por sus peculiaridades.

Ejercitemos esta tarea que, aunque en principio pudiera resultar ardua, finalmente nos reportará esa destreza determinante para dibujar el rostro humano.

 

En los estudios que el dibujante lleve a cabo de las diferentes partes del rostro no debe eliminar ningún elemento, por poca importancia que a primera vista tenga.

 

En el caso de la nariz se trata de un apéndice de menor relevancia que los ojos o los labios, pero que al ser un rasgo sobresaliente colabora en la expresividad general del rostro humano, al tiempo que cobra una enorme trascendencia en la representación de la cabeza de perfil.
 

 

 

Veamos algunos ejemplos muy diferentes y ejercitémonos en la práctica de este tipo de elementos.

 

 

 

 

  Se trata sin duda del motivo menos importante de todos los que configuran el rostro humano, y en numerosas ocasiones, incluso, queda oculto bajo el pelo, o porque la posición de la propia cabeza dificulta o impide su visibilidad.

 

No obstante, en aquellos casos en que este elemento aparezca en un primer plano, o visiblemente destacada, la oreja debe ser reflejada en el dibujo con minuciosidad, reproduciendo todas sus sinuosidades y definiendo adecuadamente sus volúmenes.

Los ojos constituyen el elemento más importante del rostro humano, ya que reflejan con bastante fidelidad la personalidad del individuo. Juntamente con los labios, son a modo de ventanas, a través de las cuales pueden aflorar los sentimientos más diversos y los estados de ánimo más complejos. Cada mirada es diferente a las demás y también es distinta la manera en que en ella se refleja el estado de ánimo. Por esta razón es imprescindible que el artista practique abundantemente estudios del natural para que adquiera la destreza precisa
.

  Para llevar a cabo el dibujo de un ojo, observado de frente y de perfil, comenzaremos efectuando el encaje de una forma pormenorizada y localizando las distintas partes: párpados, cejas, pupilas, etc.
     
  Iniciamos el dibujo, que ejecutaremos con lápiz de grafito, trabajando a punta de lápiz, pero preocupándonos principalmente por el contraste de tonos y la definición de las diferentes formas.
     
  Comenzamos a matizar la entonación del dibujo, al tiempo que se perfilan con mayor nitidez los rasgos significativos, cuidando de emplear el trazo más apropiado en cada zona de nuestro trabajo a partir del modelo.


Con los ojos, los labios constituyen el elemento que refleja más intensa y claramente el estado de ánimo y los sentimientos. El gesto global del rostro se define, fundamentalmente, por estos dos motivos: la mirada y el rictus que conforman los labios. Se puede afirmar que a una persona la caracteriza, en gran medida, sus labios; y no sólo en aquellos estados de ánimo tan notables como la risa y el llanto, sino en otras muchas ocasiones. Por ello, el dibujante deberá aprender a identificar y reflejar fielmente estos estados de ánimo que con tanta fuerza expresiva manifiestan los labios.

 

  De nuevo nos proponemos representar de frente y de perfil una parte significativa del rostro, en este caso los labios. Partiremos también de un encaje, que ahora de una cierta simetría. De nuevo nos proponemos representar de frente y de perfil una parte significativa del rostro, en este caso los labios. Partiremos también de un encaje, que ahora de una cierta simetría.
     
  A partir del encaje inicial comenzamos a entonar el dibujo, aún sin matizar los tonos, pero buscando un ajuste más concreto de las diferentes formas y volúmenes que presenta el modelo que tenemos delante.
     
  Aumentamos progresivamente la entonación puesto que trabajamos con lápiz de grafito, concretando criterios detalles significativos y buscando, finalmente, ciertos contrastes tonales necesarios para obtener el volumen.
     

 

   

 

 

 

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